
Se considera que muchas veces el único parecido de el Dios propio con el del prójimo es el nombre que se le da; “Dios”. Pero que en realidad todos concebimos una diferente idea y sentimiento del mismo.
En este texto se busca definir con que Dios anda cada individuo. Con el Dios visto por Mateo Quien encuentra la perfección, más que en la omnipotencia, en la misericordia y el perdón del prójimo; o bien con el Dios visto por Lucas quien busca la perfección en base a un rígido código moral eterno e inmutable.
A su vez, analiza que pasaría si se creyera en un Dios impasible (sin coraje, lágrimas, alegría, ira, envidia o amor). Si la perfección de nuestro Dios se sitúa del lado de la impasibilidad, al buscar la semejanza con Él, nuestra tarea moral suprema estará guiada por la consecución de la ataraxia (imperturbabilidad mental), la apátheia (ausencia de sentimiento y pasión) y la autárkeia (independencia, autosuficiencia).
También se determina como “espiritualidades espaciales” a las espiritualidades que se elevan sobre la “pecaminosa naturaleza” humana para relacionarse con un Absoluto atemporal y ahistórico. Haciendo mención de la “espiritualidad espacial” del New Age, el cual, según el autor, con sus energías divinas y sus “Cristos cósmicos”, la proliferación de litúrgicas esteticistas, la sobredimensión de los momentos contemplativos desligados de toda acción o la privatización de las prácticas religiosas, no sólo condenan al cristianismo al ámbito de la interioridad, agnostizando nuestra vida cotidiana, sino que acaba por desfigurar el rostro del Dios de Jesús para el que la historia es el único ámbito posible de encuentro con el hombre.
